martes, 23 de mayo de 2023

CRISTINA DE NORUEGA, INFANTA DE CASTILLA: LA DESCONOCIDA PRINCESA DE LOS HIELOS








Retrato imaginario de Cristina de Noruega









Estatua en Covarrubias



Cualquier viajero que haga un alto en su camino hacia Burgos  y se asome a la ribera del Arlanza descubrirá Covarrubias, cuna de Castilla, uno de los pueblos más bellos de España. Pero solo un viajero avisado comprenderá por qué junto a la plaza del rey Chindasvinto, la rotonda de la Infanta doña Urraca, la plazuela de doña Sancha, surge una calle de nombre inopinado: la solana de Cristina de Noruega.
¿Cómo es que una nórdica ocupa un puesto de honor en el corazón de Castilla?

Ésta es la historia de amor de una infanta de Castilla




Felipe de Castilla, retrato imaginario









Detalle del sepulcro del infante Felipe de Castilla

 
Felipe de Castilla, quinto hijo varón de Fernando III el Santo, no estaba, a diferencia de su padre, obsesionado por la virtud. Nacido en 1228 se vio destinado desde la niñez al estado eclesiástico y puesto bajo el control del arzobispo de Toledo quien, con el fin de animarlo, lo nombró canónigo cuando solo contaba doce años.
Un lustro después el cabildo de Valladolid eligió abad a don Felipe y lo enviaron, con la mejor intención, a París a las clases que impartía San Alberto Magno, con alumnos tan aventajados como Santo Tomás de Aquino.
Pero en la capital del Sena, pese a sus ejemplares compañeros y maestros, pronto se vio que no atraían tanto al infante las enseñanzas universitarias cuanto los goces terrenales, por lo que fue reintegrado al galope a Castilla y preconizado obispo de Osma, aunque su consagración no se llevó a efecto debido a su juventud  y al hecho de que como, nos dice un cronista, desde su regreso de Francia todo era bueno para su generosa naturaleza con tal que fuesen mujeres.







Miniatura de Fernando III. Catedral de Santiago de Compostela





Urna de plata que contiene el cuerpo incorrupto de San Fernando. Capilla Real, catedral de Sevilla








En 1248, cuando Felipe acababa de cumplir veinte años, su padre, empecinado en la carrera eclesiástica del infante, lo hizo nombrar abad de Covarrubias, a la espera de auparle hasta la archidiócesis de Sevilla, recién conquistada al Islam.



Hay que advertir que Felipe nunca llegó a recibir las órdenes sagradas y que sus titulaciones eclesiásticas no pasaban de significar para él más que el goce de ricas prebendas, toleradas por Bula de la Santa Sede, harto agradecida al rey santo, a quien el papa, que no se atrevía a canonizarlo en vida, titulaba atleta de la cristiandad.    





Alfonso X en una miniatura medieval del Libro de los Juegos






Tumba de Alfoso X. .Capilla Real, catedral de Sevilla



Cinco años después de la muerte del buen monarca, su primogénito y sucesor Alfonso X el Sabio, interesado en problemas ajenos a la reconquista, concertó una alianza con el reino de Noruega, estipulándose que el soberano escandinavo, Haakon IV Haakkonsson, enviaría a Castilla a su hija Cristina para que se casara con uno de los hermanos del rey hispano, el que ella eligiese.


Haakon IV


Al igual que el rey Alfonso X, responsable, entre otras cosas, de numerosas traducciones al castellano de textos en latín y en árabe, Haakon Haakonson mandó traducir textos de origen latín y francés al noruego y ambos participaron personalmente en enriquecer los conocimientos de otras culturas cercanas.


 
Alfonso X ambicionaba, como otros príncipes de su tiempo, alcanzar el solio del Sacro Imperio Romano Germánico – basándose en derechos provenientes de su madre la alemana Beatriz de Suabia – para lo cual buscaba apoyos en Europa. El rey noruego, por su parte, estaba en guerra con los daneses y también necesitaba adictos. Los confesores de ambos monarcas, - que se conocieron bien pues coincidieron en París durante sus estudios de Teología, -  perpetraron el pacto, reputado entonces de inusual entre países tan alejados. Cristina fue dotada con pieles blancas y grises, objetos de oro y plata quemada y tal lujo de regalos que nunca antes se conociera 
 

Una cristalera del palacio de Bergen perpetuó el viaje hacia el sol de la princesa de los hielos





Si extravagante pudo parecer en aquella época a los castellanos que se permitiese a una mujer escoger marido, más chocante debió resultarles la llegada de aquella rubia vikinga. Catalanas, portuguesas, francesas, italianas, alemanas y hasta una polaca habían desfilado ya por la casa real de Castilla, pero la noruega, a fuer de su lejanía, resultaba exótica.

Una preciosa crónica escandinava (vid.    Þórðarson, Sturla (trad. G.W. Dasent): The Saga of Hakon and a Fragment of the Saga of Magnus with Appendices. Rerum Britannicarum Medii Ævi Scriptores, vol.88.4, Londres, (1894, repr. 1964) recoge con minuciosidad el viaje, que conceptúa extraordinario, de nuestra primera turista nórdica.




Primera página de la saga del islandés Sturla Tordsson




La saga del islandés Sturla Tordsson




La princesa Cristina, nacida en la ciudad de Bergen, tenía veintitrés años, y una comitiva de más de ciento veinte personas embarcó en el otoño de 1257 con dirección al puerto inglés de Yarmouth. De allí pasó a Normandía y, por tierra, continuó hasta Narbona. Pedro, obispo de Hamar, había sido escogido por el rey para conducir a la novia con los máximos honores. Por Gerona se encaminaron a Barcelona, donde el propio rey Jaime I el Conquistador (suegro del rey Sabio, que estaba casado con su hija Violante de Aragón) llevó su galantería a tomar la brida del caballo de la princesa (vid. obra citada anteriormente). Pasó la comitiva por Soria, Burgos y Palencia, llegando finalmente a Valladolid el once de enero de 1258, donde esperaba la corte de Castilla. El cronista escandinavo atestigua, tal vez con cierta exageración: iba nuestra princesa enamorando por donde pasaba.   


El viaje de Cristina de Noruega



El cronista Sturla Tordsson (1214 – 1284), ya citado, prosigue con su saga. 
Alfonso X describe a sus hermanos uno a uno: 

Fadrique, viudo, grave y estudioso, con el labio partido en un accidente de caza

Sancho, piadoso y etéreo, con la mirada puesta en los cielos

Enrique, a la sazón ausente del reino, gran conocedor de caballos, algo rebelde y tortuoso.

Al final de la lista el rey traza la semblanza de Felipe, arzobispo electo de Sevilla (aunque poco inclinado a la mitra), alegre, gallardo y calavera

Cristina, excusado es decirlo, se decidió por Felipe.

Al conocerse la elección de Cristina, Alfonso X permitió a su hermano reincorporarse al estado seglar, que en puridad nunca había abandonado. La boda se celebró en la Colegiata de Santa María de Valladolid el 31 de marzo de 1258.




Colegiata de Santa María de Valladolid


Después el cortejo retornó a Noruega y los recién casados, favorecidos por muchas mercedes, establecieron su residencia en el Alcázar de Sevilla, donde entonces residía la corte de Castilla 

 
Alcázar de Sevilla



y apenas transcurridos cuatro años,  falleció la nueva infanta, sin haber logrado sucesión, debido al excesivo calor de Andalucía con respecto al frío clima de Noruega, según sugiere un tratadista. Felipe ordenó que el cadáver de su mujer recibiera sepultura en la magnífica Colegiata de Covarrubias, de la que antaño gozara el privilegio abacial.

La princesa llegada del frío reposaría en la cuna de Castilla. 




Claustro ojival de la Colegiata (1887) dibujo de Miguel Joarizti






Colegiata de Covarrubias en la actualidad



Durante largos siglos yació ignorada, perdiéndose el rastro de su memoria. Dicen que ese silencio lo impuso el rey Alfonso X porque ella representaba el doloroso recuerdo de su frustrada aspiración política al Sacro Imperio Romano Germánico o, quizá, el malogrado amor de su hermano Felipe.


En el año 1958, con motivo de unas obras propiciadas por la Institución Fernán González, se encontró un sepulcro situado en el claustro de la Colegiata. En su interior guardaba el esqueleto parcialmente momificado de una mujer alta, ataviada con ricos ropajes y joyas regias, que aún conservaba las uñas y el pelo rubio. El dictamen fue concluyente: era la princesa Cristina, infanta de Castilla.  

Junto a su cuerpo, como hemos dicho casi en su totalidad bien conservado, se halló un pergamino con una receta para curar el mal de oído y unos versos, tal vez como muestra del amor constante más allá de la muerte. 

¿Murió acaso de meningitis la infanta o quizá se marchitó, añorando sus fiordos, al no aclimatarse a la tierra de Felipe?




A veces, cuando la ciudad duerme, el rumor del Arlanza trae los versos del poeta, entonados por una dulce voz femenina con acento extranjero: 

              No me busques en los montes por altos que sean,  ni me busques en el mar por grande que te parezca...

                                                





Tumba de Cristina de Noruega












Detalle de la tumba gótica






Felipe sobrevivió doce años a Cristina y volvió a casarse con Leonor Rodríguez de Castro, hija del Señor de Castrojeriz, que le dio dos hijos y junto a la que está enterrado en Villalcázar de Sirga, cerca de Carrión de los Condes.





Sepulcros del infante Felipe de Castilla y de su segunda esposa, en primer término. Iglesia de Santa María la Blanca de Villalcázar de Sirga.







La crónica de Cristina de Noruega, antes citada, muy viva en su tierra – donde aún se representan obras de teatro que recuerdan su viaje a Castilla – volvió a tener eco en España, siete siglos después de su muerte, gracias a los esfuerzos de don Rufino Vargas Blanco (1890-1971) y su sucesor, don Francisco Gómez Oña, arciprestes de Covarrubias. Ambos sacerdotes, en conjunción con la diplomacia noruega, se embarcaron en la tarea de recuperar la memoria de aquella love story medieval.



En 1958 el embajador noruego en España descubrió sobre la tumba de la infanta (un sepulcro gótico, de piedra labrada con una arquería de diez vanos y un friso superior de roleos), que se halla en el claustro del templo, una lápida conmemorativa.


En 1978 la ciudad noruega de Tonsberg, antigua residencia real de la familia de Haakon IV, tras hermanarse con Covarrubias, donó a la población castellana una hermosa y estilizada estatua, reparadora de un olvido inicuo y de la que quedan prendados, irremisiblemente, los visitantes. Se alza en la solana que lleva su nombre




La estatua de Cristina, infanta de Castilla, donada por Tonsberg











Estatua de Cristina de Noruega en Covarrubias


 







Leyenda al pie de la estatua











El músico y cantautor Siberius de Ura interpreta una versión resumida de su canción a Cristina interpretada con la trikitixa (acordeón diatónico) a los pies de la estatua de la princesa 









En 1992 se creó en Madrid la Fundación Cristina de Noruega, patrocinada por la reina Sonia, esposa de Harald V, el monarca que hoy reina en Oslo, y que tiene por objeto promover el intercambio cultural hispano-noruego.




Sonia y Harald de Noruega





El 18 de septiembre de 2011, a unos tres kilómetros de Covarrubias tuvo lugar la inauguración de la capilla de San Olav, realizada en acero laminado y madera, promovida por la Fundación Princesa Cristina de Noruega y la Junta de Castilla y León, cumpliéndose así la promesa que le hizo su marido y que quedó sin cumplir por su prematura muerte. Porque su primer ruego a don Felipe fue que hiciera construir una iglesia al santo rey Olav, a lo que en seguida dijo éste que sí. No había necesidad de muchas palabras, pues todo lo que pedía se hizo. ( vid. F. Badia, Boletín de la Institución Fernán González. 2º sem. 1972, Año 5[1], n. 179, pag. 434) .






Capilla de San Olav











Interior de la Capilla



Setecientos cincuenta años después de su fallecimiento  Cristina de Noruega vio cumplido el deseo que su prematura muerte impidió.


Junto a la tumba de Cristina – visitada por los muchos nórdicos que vienen a nuestro país – se colocó, según costumbre escandinava, una campana. 
En Covarrubias existe una leyenda que dice que aquellas mujeres que hagan sonar la campana encontrarán pareja en el plazo de un año.

Campana, a través de la cual Cristina de Noruega, infanta de Castilla, da felicidad a cuantas mujeres van en pos del amor que ella disfrutó de modo tan fugaz.

Pero sin duda lo más importante es el legado de la princesa Cristina que ha sido forjar la alianza hispano-noruega, especialmente manifestada en Covarrubias.






La campana del amor








Cuadro de la princesa Cristina en la ermita de San Olav







Bibliografía


Álvarez Palenzuela, Vicente (coord.) Historia de España en la Edad Media. Ed.Ariel, Barcelona, 2002.


O’Callaghan, Joseph F. El Rey Sabio. Universidad de Sevilla, Sevilla, 1996.
 
Pérez Algar, Felix. Alfonso X el Sabio: Biografía. Ed. Studium Generalis, Madrid, 1997


Valdeón Baruque, Julio. Alfonso X el Sabio. La forja de la España Moderna. Ed. Temas de Hoy, Madrid, 2003.


Þórðarson, Sturla (trad. G.W. Dasent): The Saga of Hakon and a Fragment of the Saga of Magnus with Appendices. Rerum Britannicarum Medii Ævi Scriptores, vol.88.4, Londres, (1894, repr. 1964) 

Balansó, Juan. Las alhajas exportadas. Ed. Plaza & Janés, Barcelona, 2000

Bedia, F. Cristina de Noruega, infanta de Castilla. Boletín de la Institución Fernán González. 2º sem. 1972, Año 5[1], n. 179. Ed. Institución Fernán González
 
Álvarez Palenzuela, Vicente (coord.) Historia Universal de la Edad Media. Ed. Ariel, Barcelona, 2002.

Vargas Blanco, Rufino, En torno a la boda del Infante don Felipe de Castilla y doña Cristina, Infanta de Noruega. Boletín de la Institución Fernán González. 2º sem. 1968, Año 4[7], n. 171 p. 380-381. Ed. Institución Fernán González  



Escudo actual de Castilla y León
 






Escudo actual de Noruega

















Vídeo noruego sobre la historia de amor de Cristina






2 comentarios:

  1. CREO QUE TRAS TANTOS AÑOS MUERTA, SIGUE ENAMORANDONOS

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    1. Siento no haber visto su comentario antes. Muchas gracias por leerme. Un saludo

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