miércoles, 6 de diciembre de 2023

DIEGO DE PANTOJA: PARADIGMA DEL INTERCAMBIO CULTURAL ENTRE ORIENTE Y OCCIDENTE EN EL SIGLO XVII

 

Diego de Pantoja, según una recreación de la artista china Wan Li

 

El injustamente todavía casi desconocido en España Diego de Pantoja (1571-1618) nació en Valdemoro (Madrid). 

 

Partida de bautismo de Diego de Pantoja


Placa en su pueblo natal. Se encuentra en los muros de  la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción en la cual fue bautizado.

Inauguración en Valdemoro de la glorieta Diego de Pantoja en el 400 aniversario de su fallecimiento


Terminados sus estudios secundarios a sus dieciocho años ingresó en el noviciado de los jesuitas de la Provincia de Toledo. Ordenado ya sacerdote se ofreció para las misiones del Oriente. Destinado por Claudio Acquaviva, General de la Compañía de Jesús,  el 10 de abril de 1596 salió de Lisboa para la India embarcado en la nao Conceiçao en compañía de Nicolás Longobardo SJ. Después de seis meses navegando por la ruta de San Francisco Javier - Islas Canarias, Cabo Verde, Guinea, Cabo de Buena Esperanza y Mozambique - la nave fondeó el 25 de octubre en la ciudad de Goa entonces portuguesa y centro de irradiación cristiana en Asia Oriental.

 

 

El periplo de Diego de Pantoja hasta conseguir llegar al continente asiático

 

El joven Pantoja permaneció allí otros seis meses practicando la lengua portuguesa, hasta que el 23 de abril del siguiente año 1597 se hizo a la vela para Macao, acompañado por el Visitador Alessandro Valignano y el padre Manuel Dias, llegando el 20 de julio al puerto de Macao. Esperando allí nave para el Japón, adonde estaba destinado, Diego de Pantoja terminó sus estudios de teología y su formación ascética. En agosto de 1599 le sobreviene a Diego de Pantoja un inesperado cambio para su vida misionera: el padre Lázaro Cattaneo (1568-1640), quien desde 1594 era el compañero del padre Mateo Ricci en Chaochou, llegó a Macao en agosto del 1599, pidiendo otro jesuita para acompañar al padre Ricci, que estaba solo en Nanking; entonces Manuel Dias, Superior de los jesuitas en Macao, cambió de destino a Diego de Pantoja, enviándole a Nanking con el padre Lázaro Cattaneo. Ambos llegaron a la capital del Sur (南京) hacia el mes de marzo de 1600. A sus veinticinco años de edad Diego de Pantoja iba a iniciar una nueva vida junto al gran apóstol de la evangelización, adaptada a la cultura china. Diego de Pantoja, cuyo apellido castellano fue romanizado como Pang Ti-uo 龐迪我, al llegar a Nanking contempló asombrado el gran río Yangtsé, o río Azul, tan largo, ancho, con tanto caudal, y con tantísimas embarcaciones que navegaban río abajo y río arriba. Instruido por Mateo Ricci, cambió su traje clerical por la bata y tocado de los letrados confucianos. Y mientras ensayaba los gestos de la cortesía china, comenzó a aprender el mandarín. A principios del siglo XVII Pantoja era el primer jesuita que practicaba en China una nueva metodología para el aprendizaje del chino. Mateo Ricci, también dispuso que Lázaro Cattaneo diera lecciones de música a Pantoja, quien tenía buen oído, y le enseñara a tocar y templar el clavicordio, instrumento que con dos relojes, tres cuadros de Jesús y la Virgen, libros y otros valiosos objetos se ofrecerían al emperador en Pekín. Como la meta final de la expedición cristiana era siempre Pekín (北京) la capital del norte y sede del emperador, el padre Ricci pensó que debía intentar un nuevo viaje a la capital imperial (en 1598 él y Cattaneo estuvieron sólo un mes en Pekín, porque se sospechó que eran espías de los japoneses). El 19 de mayo de 1600 los padres Ricci y Pantoja, y el cantonés hermano Sebastián Fernandes, salieron de Nanking, provistos de salvoconductos y de cartas de recomendación, escritas por mandarines amigos, llevando consigo los regalos europeos para el emperador; también iba con ellos el candidato a la Compañía de Jesús Manuel Pereira, buen pintor y músico, natural de Macao. Viajaron hasta Tianchín por la vía fluvial del Canal Imperial.

 

Mateo Ricci SJ y Diego de Pantoja SJ

En julio de 1600 llegaron los cuatro viajeros a Tienchín, pero el Prefecto del Puerto, el eunuco Ma Tang 馬堂decomisó los regalos y les encerró en un junco chino del puerto, con cuatro soldados para vigilarles de día y de noche; su intención era presentar él mismo los regalos al emperador y así hacer méritos para su ascenso en la carrera mandarinal. Ma Tang envió un memorial al emperador notificándole la llegada de un extranjero con obsequios para él. Y durante los seis meses en que tardó la respuesta imperial, Ma Tang trató cruelmente a sus prisioneros. En su rescripto, el emperador ordenaba que aquel extranjero Li Ma-tou presentara él mismo sus regalos en el palacio de Pekín.

Desde entonces el trato dado a aquellos extranjeros cambió radicalmente. Según escribió en su manuscrito el padre Ricci: En ese viaje les dieron a los padres y a sus compañeros ocho caballos de cabalgar, y más de treinta cargadores para transportar los bultos, y cuanto necesitaban para el viaje. Por las ciudades y pueblos por donde cada día pasaban cambiaban tanto los caballos como a los cargadores. Y les alojaban en las mansiones de los mandarines sin pagar nada, tratándoles con mucho respeto, porque los llamaba el rey.

El padre Ricci y sus tres compañeros salieron de Tienchín el 20 de enero de 1601, y el 24 llegaron a Pekín, como escribió Diego de Pantoja: Abiendo caminado quatro días, llegamos a los muros de Pequín y aposentáronnos en una casa fuera de los muros.

Aquel mismo día 24 los recién llegados tuvieron que escribir la lista de los regalos europeos que traían para el emperador. Eran los últimos días del año lunar chino ya que el Kuonien 過年, día del año nuevo chino era el 3 de febrero, comienzo del año lunar. Pasadas las fiestas del año nuevo, el padre Pantoja recomenzó su atento estudio del mandarín pequinés y de los complicados caracteres chinos.

Durante el primer mes de su estancia en Pekín, los mandarines del palacio les preguntaron si deseaban algún favor del emperador. A ello respondieron según escribió Pantoja: Diximos que no queríamos cosa de intereses ninguna, mas que si el Rey de su mano nos diese algún lugar cierto, y casa donde morar, holgaríamos mucho, porque nuestro intento es de estar en un lugar cierto, y tratar de dilatar la ley de Dios.

 

El emperador Wan Li

 


El emperador Wan Li (1563-1620) que leyó el memorial del padre Ricci, aceptó los regalos europeos y le permitió que él y sus compañeros pudieran vivir en Pekín, mantenidos con fondos del erario público.

El padre Pantoja se dedicó entonces a estudiar intensamente los caracteres chinos y a practicar el habla de Pekín, con tanto éxito que mereció la alabanza de Mateo Ricci: En Pekín el padre Pantoja aprendió en breve tiempo a hablar la lengua china, y, con varios maestros que tomó, aprendió también muchos caracteres, pudiendo ya leer libros de este país y empezó a tratar con todos.

                                                                              
La Ciudad Prohibida


En uno de los pabellones de la Ciudad Prohibida (el palacio imperial) colocaron el clavicordio que Ricci regaló al emperador, pero nadie lo sabía tocar. Por eso, cuatro músicos del palacio visitaron a los jesuitas para que les enseñasen a tocar aquel instrumento europeo. Con esta ocasión, Ricci dispuso que Pantoja fuera solo al palacio durante varios días hasta que los eunucos aprendieran a tocar bien.

Diego de Pantoja, discípulo aprovechado de Lázaro Cattaneo en sus lecciones de música, y experto ya en la correcta pronunciación tonal del mandarín pequinés, fue el primero que fijó sus cinco tonos según la notación musical. Así lo aseveró el famoso jesuita Atanasio Kircher (1602-1680), lumbrera científica del siglo XVII europeo

El 9 de marzo de 1602 escribió una carta (Relación de la entrada de algunos padres de la Compañía de Jesús en la China) a Luis de Guzmán, Provincial de los jesuitas de la Provincia de Toledo. 








La carta de Diego de Pantoja contribuyó a que en Occidente se empezara a conocer al gigante asiático

 

 

Carta de Diego de Pantoja (Sevilla, 1602) © Biblioteca Digital Hispánica

 

 

En esa carta, muy difundida en Europa, el jesuita castellano narra sus impresiones sobre los chinos, su cultura y costumbres, las grandes dimensiones geográficas de China, sus industrias, productos y sus plantas medicinales.

Citamos algunos de sus párrafos: ...Cera mucha y muy buena, que aquí en Pequín compramos para el servicio del altar, un real y un cuartillo cada libra; y las libras de aquí son mayores que las nuestras, porque tienen diez y seys ducados de plata de peso cada una.

Pantoja notó que en la calcografía china todo lo que está en piedra lo pasan al papel..., de modo que las líneas y los caracteres salen blancos, y todo el resto en negro

 Relató también que cuando los mandarines ilustres eran llevados en litera por calles de mucho tráfico y con gran estruendo, la gente tenía que retirarse, e huían “hasta perros”. Y notó, como cosa nueva, el uso de las tarjetas de visita con nombres propios impresos, que los pequineses se cambiaban ceremoniosamente.

Otro día el emperador ordenó que los jesuitas le explicaran cómo eran las exequias de los reyes europeos. A Pantoja le fue fácil responder, porque por entonces le había llegado una carta sobre la muerte y entierro de Felipe II, Rey de España y Portugal, quien el 13 de septiembre de 1598 había fallecido en San Lorenzo del Escorial.

 Al comienzo del año 1608 los padres Ricci y Pantoja fueron llamados urgentemente al palacio, porque Wan Li quería que le hicieran doce mapamundis, cada uno sobre seis tablas en forma de biombo, midiendo cada tabla de un brazo de largo y de dos o más de ancho.

Una obra trabajosa que los dos jesuitas lograron acabar en un mes. Pantoja describió la admiración de los mandarines pequineses ante uno de los grandes mapas, con los nombres geográficos en chino, que él y Ricci dibujaron: Vian un mapa muy hermoso y grande que traíamos declarámosles cómo el mundo era grande, a quien ellos tenían por tan pequeño, que en todo él no imaginaban abía otro tanto como su reyno. Y mirábánse unos a otros diziendo: no somos tan grandes como imaginábamos, pues aquí muestran que nuestro reyno, comparado con el mundo es como un grano de arroz, comparado con un montón grande.

Los padres Ricci y Pantoja, durante el primer decenio del siglo XVII, atendían a los mandatos del emperador, visitaban frecuentemente a los mandarines notables, y aumentaban sus amistades. Pero su actividad principal fue el promover el conocimiento del cristianismo, dando la catequesis a hombres y mujeres de Pekín. También escribieron varios libros para dar a conocer tanto la ciencia europea como la religión cristiana
 

Una obra escrita por Diego de Pantoja 

El año 1607 llegó a Pekín el jesuita Sabatino de Ursis, (1575-1620) napolitano, que se había especializado en astronomía  e hidráulica. El padre Ricci, Superior de la Misión de China desde 1597, nombró al nuevo misionero Superior de la residencia de Pekín, mientras que a Pantoja le confiaba especialmente el trato con los mandarines del palacio imperial.

El 3 de mayo de 1610 Mateo Ricci se sintió muy agotado y enfermo, por lo que, al volver a la residencia de Pekín, guardó cama. Fueron inútiles los remedios de la medicina china que sus amigos y devotos le administraron, y el día 11 de mayo, jueves, a las siete de la tarde, el padre Ricci expiró en presencia de los padres de Ursis y Pantoja, del hermano Manuel Pereira y, probablemente, del hermano Sebastián Fernandes. Aquella tarde un buen número de cristianos y catecúmenos habían acudido a la residencia de los jesuitas, y cuando falleció el padre Ricci prorrumpieron en gritos de dolor, proclamándole como un gran santo y el apóstol de China. En ese año en que falleció Ricci Diego de Pantoja publicó en chino una obra sobre la pasión de Jesucristo. Durante los tres días siguientes hubo una gran afluencia de cristianos y de mandarines que acudieron a dar el pésame a los padres de Ursis y Pantoja

Los funerales de Mateo Ricci, corpore praesente, se celebraron del 15 al 18 de mayo inclusive. Su cadáver había sido depositado en un gran ataúd de madera perdurable, y se depositó en la residencia hasta que pudiera decidirse dónde y cuándo enterrarlo.

Los padres de Ursis y Pantoja se enfrentaban con un problema angustioso, respecto al entierro de Mateo Ricci. A todos los jesuitas que hasta entonces habían fallecido se les enterró en el Colegio de Macao, porque las autoridades chinas nunca concedieron que se sepultara a un extranjero en territorio de China. Y transportar el ataúd del famoso Ricci desde Pekín a Macao necesitaría muchos meses de fatigas y unos costes muy por encima de los ingresos de aquellos pobres jesuitas. Uno de los neófitos pequineses, letrado noble y práctico en asuntos del palacio imperial, pensó que tal vez se podría pedir que el emperador Wan Li concediera un terreno extramuros de Pekín, para sepultar al padre Ricci. Propuso su plan a los padres de Ursis y Pantoja y, aunque el asunto era bastante temerario, finalmente les persuadió a intentarlo. Ayudados por aquel neófito, redactaron el borrador de una humilde súplica al emperador. El magistrado León Li Chin-Tsao, bautizado por el padre Ricci antes de enfermar, que era célebre por la elegancia de su escritura literaria, corrigió el texto y mejoró el estilo de la solicitud al emperador.

La súplica petitoria fue presentada y firmada, en su nombre y por sus compañeros, por  Diego de Pantoja, como procurador de asuntos públicos, muy conocido en el palacio imperial, y ser el jesuita que entonces hablaba y escribía el mejor chino mandarín. Resumimos sus ideas principales: Yo, P´an Ti-uo (Diego Pantoja), extranjero procedente de un reino muy remoto, pero movido por la fama de vuestro nobilísimo reino, hice durante tres años un viaje peligroso para venir, con Li Ma-tou (Mateo Ricci) y con otros compañeros, a fin de ofrecerle los modestos dones de nuestras tierras. Desde entonces, Su Majestad se dignó concedernos una residencia, y mantenernos a expensas del Estado, por todo lo que quedamos inmensamente agradecidos. Le hacemos saber ahora, con inmensa pena nuestra que Li Ma-tou, ya viejo y enfermo, falleció el día trece de la octava luna, en este año trigésimo octavo de feliz reino, dejándonos huérfanos y muy tristes. Siéndonos imposible, a nosotros sus servidores, trasladar su cuerpo por nave hasta su muy lejano reino, suplico humildemente a Su Majestad que se digne concedernos un poco de tierra para sepultar a nuestro muy querido Li Ma-tou, un hombre que estudió a fondo los clásicos de China y se ejercitó en las virtudes que enseñaron aquellos sabios. Por ello, yo y mis compañeros os suplicamos con lágrimas que Su Majestad Imperial nos conceda benignamente algún campo, o parte de un templo. Sus sobrevivientes, yo y mis compañeros, seremos fieles hasta la muerte a lo que nos enseñó nuestro padre Mateo Ricci (Li Ma-tou): rogar al Señor del Cielo que le conceda a Su Majestad y a su buena madre una larga vida. En espera de su regio mandato, quedamos postrados ante su generosa Majestad.  
Escrita y sellada la súplica petitoria y sacadas varias copias, había que seguir los lentos trámites de la administración imperial.  Pantoja llevó primero la carta a dos mandatarios del supremo organismo Ke Lao 閣老o Secretaría de Estado, en los pabellones del palacio: allí uno de los mandarines, que había conocido al padre Ricci en Nanking, se interesó por el asunto y pasó pronto la carta a la cámara del emperador. Wan Li, que tenía a la vista el reloj portátil que le regaló Ricci y lo concertó Pantoja, no echó a la papelera la solicitud, sino que, según el procedimiento legal, al tercer día la devolvió al Ke Lao, para que la remitiera al correspondiente Tribunal o ministerio

El Ke Lao remitió la solicitud de Pantoja al Tribunal del Tesoro, encargado de las donaciones; pero el magistrado de ese tribunal, al percatarse de que se trataba de la petición de un extranjero a favor de otro extranjero difunto, pasó la carta petitoria al Tribunal de Ritos, competente para asuntos con los extranjeros. Entonces Diego de Pantoja visitó a dos importantes mandarines de ese tribunal, regalándoles unos libros traducidos al chino y una descripción del globo terráqueo. Y el Dr. Li Chin-tsao visitó también al Presidente del Tribunal de Ritos, que había sido su maestro, para encomendarle encarecidamente el asunto de la sepultura del padre Ricci. Un mes más tarde, el Tribunal de Ritos envió, en un largo oficio, su parecer al emperador, favoreciendo la súplica del padre Ricci, y sugiriendo a Wan Li que ordenara al alcalde de Pekín encontrar algún templo con terreno adyacente, para la sepultura de Ricci y para morada de Pantoja y de sus compañeros.

Recibido el oficio por el emperador, lo remitió al día siguiente al Ke Lao; este supremo organismo contestó aconsejándole que concediera lo que Pantoja suplicaba. Entonces Wan Li, al margen del documento del Tribunal de Ritos, escribió, de su puño y letra, el carácter Shih: “Sea así”, ejecútese. Era el 17 de julio de 1610, treinta y nueve días después del fallecimiento de Mateo Ricci. El arriesgado asunto de la petición al mismo emperador concluyó con tan inusitada rapidez que asombró a los palaciegos, y alegró sobre manera a los neófitos pequineses. Diego de Pantoja, a sus treinta y nueve años, era el primer extranjero a quien un emperador chino concedía un privilegio extraordinario. Los días siguientes, el misionero español visitó a los mandarines que apoyaron la solicitud al emperador, ofreciéndoles agradecido unos regalos europeos. Dos alguaciles de Pekín, encargados de buscar una pagoda con terrenos, al cabo de unos días encontraron cuatro templos y rogaron a los jesuitas que los inspeccionaran para escoger el que más les gustara. Una de esas pagodas estaba situada en las afueras de la capital, en el distrito Chalan 柵欄 y pertenecía a un eunuco principal, caído en desgracia del emperador y condenado a muerte. Los padres, ignorantes de esa circunstancia, prefirieron aquella pagoda. Después de dilaciones y enredos causados por intermediarios, el alcalde ordenó a los ocupantes ilegales de aquella pagoda que la desalojaran inmediatamente, y luego los jesuitas, acompañados de muchos cristianos, tomaron posesión del templo y de su terreno. Pantoja también evitó que el Tribunal del Tesoro les gravara con impuestos, aunque el emperador les eximía de ellos. Transcurridos así casi doce meses deshaciendo las desagradables maniobras de los eunucos, y de las gestiones de Pantoja en organismos oficiales, se procedió finalmente a preparar la sepultura de Mateo Ricci. Preparada una parcela en el terreno de Chalan, a últimos de octubre de 1611 se trasladó allá su ataúd, acompañado de un gran número de neófitos. Nicolás Longobardo 龍華民 (1565-1655), nuevo Superior de la Misión de China, llegó a Pekín el 30 de noviembre, y al día siguiente, Fiesta de Todos los Santos y víspera de los Fieles Difuntos, por la mañana se celebró una misa solemne, y por la tarde se procedió al funeral y sepelio del padre Ricci. Los mandarines cristianos más notables llevaron a hombros el ataúd al pie de la sepultura; uno de los que manejaron las sogas para bajarlo a la tumbra fue el ministro imperial Doctor Pablo Hsu Kuang-chi 徐光, procurando contener sus lágrimas, y otro Diego de Pantoja, compañero de Mateo Ricci durante sus últimos diez años. 
Tumba de Mateo Ricci SJ en Pekín
 
Según el jesuita Luis Pfister (1803-1891) en Notas biográficas y bibliográficas sobre los jesuitas de la antigua misión de China,1552-1773 : Después de los funerales del padre Ricci, el padre Pantoja dividió su tiempo entre la composición de diversas obras en chino, las instrucciones a los catecúmenos y la conversión de los paganos. En aquel año y debido a una orden del emperador, él y el padre de Ursis se ocuparon también en la corrección del año astronómico.

Diego de Pantoja intensificó su labor de escritor en temas históricos, geográficos, bíblicos, catequéticos y apologéticos. Desde 1611 a 1616 publicó en Pekín nueve obras escritas en chino; entre ellas sobresale la de 1614 titulada Las siete victorias qikedaquan 七克大全 (contra los siete pecados capitales), varias veces reimpresa en los siglos siguientes y donde acomodó las nociones católicas a la filosofía confuciana. Esta obra mereció que el emperador manchú Chien Lung (1711-1799) la incluyera en el año 1778 en su gran colección de libros excelentes. 


El emperador Chien Lung rodeado de obras de arte de su colección  Entre1745 y 1750. Fuente: Evelyn S. Rawski, Jessica Rawson: China: The Three Emperors 1662–1795. London 2006.

Según el escritor y actor inglés Cary Elwes ... Lo merecían sus muchos méritos: por sus elevados pensamientos y la pureza de su moral, su andadura metódica y luminosa, la altura y elegancia de su estilo tradicional con exacta y concisa fraseología. Todo ello muestra que el autor estudió a fondo, no sólo a los autores modernos de la lengua hablada, sino a los antiguos clásicos. Incluso letrados no cristianos consideran que esta obra es de las más importantes escritas en lengua china.

El trienio 1615-1617 fue dramático para los jesuitas en China. Mientras el General de la Compañía de Jesús, Claudio Acquaviva, establecía la Vice-Provincia de China, estalló una maliciosa campaña de falsedades e injurias, provocada por un letrado confuciano en Nanking, que consiguió que el Tribunal de Ritos ordenara la prisión y expulsión de los jesuitas que trabajaban en esa ciudad. Diego de Pantoja escribió en 1616 una apología de la religión cristiana contra aquellas calumnias, y los principales mandarines cristianos procuraron también que el decreto fuera rescindido. Todo en vano: al comienzo del año 1617 el emperador Wan Li decretó que los jesuitas fueran expulsados de China. Diego de Pantoja fue expulsado de Pekín el 18 de marzo de 1617, retornando al enclave portugués de Macao. Allí, agotadas sus fuerzas falleció el mes de enero de 1618, a los cuarenta y siete años de edad, veintiocho en la Compañía de Jesús y veintiún años en China

Pantoja fue un paradigma del intercambio entre Oriente y Occidente afirmó el historiador chino Zhang Kai, la mayor autoridad mundial sobre este pionero, durante un simposio en Pekín para conmemorar los 400 años de la muerte de este jesuita. Un hombre cuya mayor aportación, aseguraba Zhang, fue su política de adaptación, un diálogo equitativo entre dos civilizaciones y sin el cual la memoria de las relaciones entre España y China no puede estar completa además de que algunas de las expresiones que creó han pasado al lenguaje popular chino.

 

Fuentes:

Fernando Mateos Bacas, SJ:  Diego de Pantoja, compañero del Padre Mateo Ricci. Encuentros en Catay, 24: 47-58 (2010)

Fernando Mateos Bacas (Cilleros, Cáceres, 1920 – Taipéi, 2015. Nombre chino: 沈起元) fue un jesuita español, filólogo, sinólogo, historiador de la Compañía de Jesús en China, y profesor de español en la Universidad Nacional de Taiwán y en la Universidad Católica Fujen. Fue condecorado tanto por el gobierno taiwanés como por el español, recibiendo entre otros honores la Orden de Isabel la Católica en el año 2002.

Un madrileño en la corte del emperador Wanli publicado en Alfa y Omega el 19 de Abril de 2018

https://alfayomega.es/un-madrileno-en-la-corte-del-emperador-wanli/

Diego de Pantoja, el primer español en la China imperial, hoyesarte.com 2 de mayo de 2018

https://www.hoyesarte.com/exposiciones-artes-visuales/aniversario-de-diego-de-pantoja-el-primer-espanol-en-la-china-imperial_252248/

Diego de Pantoja, el español que evangelizó en la Corte de la dinastía Ming gracias a la música. El Debate.com 5 de noviembre 2021

https://www.eldebate.com/religion/20211105/diego-pantoja-espanol-evangelizo-corte-dinastia-ming-gracias-musica.html

Jonathan D. Spence, The memory palace of Matteo Ricci. Faber and Faber Limited, London, 1988

 

 Jonathan D. Spence, The memory palace of Matteo Ricci
 
 

"El jesuita Diego de Pantoja en la ciudad prohibida de Beijin", obra de Wenceslao Soto Artuñedo, publicada el 5 de mayo de 2021


 
Diego de Pantoja SJ


 Matteo Ricci SJ (1552-1610), o/l 1610, Emmanuel Pereira (born Yu Wen-hui 游文辉). Patrimonio del Fondo Edifici di Culto, amministrato dal Ministero dell’Interno, on loan to Church of the Gesù, Roma


 


 Diego de Pantoja, SJ: puente entre Oriente y Occidente. De Valdemoro a Beijing



 

 

Diego de Pantoja puede considerarse unos de los puentes del mundo moderno entre Oriente y Occidente, pero para ello hemos de entender las claves de la primera globalización llevada a cabo en ese momento. Con la ayuda de profesores y catedráticos de diversas instituciones nacionales e internacionales el vídeo ut supra trata de mostrar la vida y obra del jesuita nacido en Valdemoro (Madrid) y fallecido en Macao, después de haber sido el primer occidental en entrar en la Ciudad Prohibida de Beijing

 

 


 


Diego de Pantoja el olvidado jesuita español clave en el intercambio cultural entre Oriente y Occidente en los albores del siglo XVII


 

Mapa de China en el siglo XVI



China Illustrata, Athanasius Kircher (1602-1680) SJ China Monumentis: qua Sacris quà Profanis, nec non Variis Naturae & Artis Spectaculis, Aliarumque Rerum Memorabilium Argumentis Illustrata... Amstelodami apud Joannem Janssonium à Waesberge & Elizeum Weyerstraet, 1667

 

 

Representa a los jesuitas Adam Schall y Matteo Ricci mostrando un mapa de China debajo de San Francisco Javier y San Ignacio de Loyola

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