sábado, 16 de noviembre de 2024

JUANA I DE CASTILLA, LA REINA QUE NO ESTABA LOCA

 

 

 

 

 

Juana I, o/tabla atribuido al Maestro de la vida de San José o de la Abadía de Afflighem, c 1496-1500. Museo Nacional Colegio de San Gregorio, Valladolid




La actuación de la Reina Juana I y su figura han sido frecuentemente utilizadas con diversos fines no solo por los historiadores sino desde diversos campos ajenos a la historia como son la política, la pintura, la literatura o el cine. Algunos rasgos de su personalidad, ciertos o creados en aras de la justificación de los actos de las personas que la rodearon, han despertado el interés de pintores o escritores que han llevado al extremo algunos episodios de su vida. Incluso en algunos casos se responsabiliza a Juana de una pretendida herencia de locura que llegaría hasta don Carlos, su bisnieto y de algunas de las incompetencias de Carlos I y Felipe II. 

 

Juana y su marido en la corte

No obstante la imagen de "la loca" no aparece hasta un determinado momento. En los primeros años de su vida a Juana le toca representar otra imagen, es una infanta castellana, la duquesa de Borgoña o la Princesa de Asturias heredera de la Corona de Castilla y, sobre todo, una mujer que debe aceptar el espacio que la sociedad patriarcal en la que vive tiene diseñado para las mujeres. Ella debía adecuarse, por tanto, a esta imagen como muy bien hizo durante una larga etapa de su vida, aunque en algunos momentos surgieron desajustes que pronto fueron utilizados como signos de falta de razón y sirvieron para ir diseñando la imagen con que la historia la va a conocer.

 

Juana I, escultura de Sergio García en Santa María del Campo (Burgos)

 

La historiografía ha respondido al patrón dominante y en la mayoría de las obras del pasado se la ha presentado con mayor o menor acritud como una mujer enferma e incapaz de dominar sus sentimientos y, por ello, sabiamente apartada del poder por su marido, su padre o su hijo.

 

Felipe de Habsburgo, su marido

 

 

Fernando II de Aragón, su padre

 

 

Juana con sus hijos Fernando y Carlos

 

La vida de Juana es bien conocida:

1479 Nace en Toledo

1496 Sale de Laredo para casarse con Felipe de Habsburgo

 

Llegada de Juana al puerto flamenco de Arnemuiden en 1497
grabado de Der Weiss Kunig



Contrato matrimonial de Juana y Felipe. Archivo General de Simancas



1497 Muere su hermano Juan

1498 Muere su hermana Isabel. Nace su hija Leonor

1500 Muere su sobrino Miguel. Nace su hijo Carlos

1501 Nace su hija Isabel

1502 Las Cortes de Castilla (22 de mayo) y de Aragón (27 de octubre) la confirman como heredera y Princesa de Asturias

 

Pendón de Gibraltar que según la tradición fue bordado en 1502 por Juana I de Castilla. Se encuentra en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de San Roque (Cádiz) ciudad donde reside la de Gibraltar 

 

Vid.   https://noticiasgibraltar.es/campo-gibraltar/historia/juana-castilla-y-pendon-gibraltar

 

1503 Felipe regresa a los Países Bajos. Nace su hijo Fernando

 

Felipe y Juana en los jardines del castillo de Bruselas, c. 1500. Museo de Bellas Artes de Bruselas

 


1504 Es encerrada en el castillo de la Mota de Medina del Campo. Muere su madre Isabel I

 

Isabel I de Castilla 


1505 Su padre Fernando es nombrado gobernador de Castilla. Nace su hija María. Fernando se casa con Germana de Foix

1506 Juana y Felipe vuelven a Castilla.  Muere Felipe el Hermoso (curiosamente, el apelativo de “el Hermoso” se lo dio el rey Luis XII de Francia cuando la pareja viajaba hacia España para ser coronados y se detuvieron en Blois. Allí el rey los recibió y al verle exclamó: He aquí un hermoso príncipe). Juana I revoca las mercedes otorgadas por Felipe

1507 Nace su hija Catalina. Llega a un acuerdo con su padre el 28 de agosto

1509 El 16 de noviembre se instala en el Palacio Real de Tordesillas

1555 Muere en el Palacio Real de Tordesillas

 

Juana I, Juan de Flandes. Museo de Historia de Arte, Viena





 

Juana I Reina de Castilla

Hay una premisa a tener presente para entender la figura de Juana I y es que la herencia castellana era un bocado apetecible que muchos no querían que fuera a parar a sus manos. Se temía que confiara el gobierno en su marido, un extranjero, y proclive a la monarquía de Francia enemiga de la Corona de Aragón.

En 1503 el marido de Juana se marcha a Flandes para atender a sus asuntos, después de que han sido reconocidos como herederos en las Cortes de Castilla y en las de Aragón. Juana  accedió a permanecer en Castilla hasta el alumbramiento de su nuevo hijo el infante Fernando en Alcalá de Henares. Tras la recuperación del parto Juana insta a su madre para que la deje partir a reunirse con el resto de su familia que estaba en Flandes. Pero Isabel retardaba la marcha e intentaba interesarla por los asuntos de gobierno. La princesa estaba triste, dormía mal, comía poco, adelgazaba. La estancia en Alcalá de Henares no era grata para Juana y ante la insistencia de ésta Isabel decide el traslado a Segovia como inicio del camino hacia los puertos del Cantábrico para embarcar hacia Flandes. Hay que remarcar que Isabel engañaba a su hija intencionadamente para retenerla pero Juana no cesaba en su empeño y ante la persistencia de su hija  tuvo que dejarla marchar a Medina del Campo donde había feria y pensaba que se iba distraer y retrasar la partida. Pero la princesa inició los preparativos de su marcha; entonces la reina envió a Fonseca para detener a Juana lo que hizo de forma tajante: mandó cerrar la puerta del castillo de la Mota al encontrar a la princesa en el patio del mismo dispuesta para salir. Ante esta situación Juana optó por una postura de fuerza y se negó a abandonar el patio del castillo en toda la noche. Su postura, sin duda, pretendía doblegar la voluntad de Isabel, que intentaba manejarla y de la que se sentía presa, en ese momento de forma real pues había sido encerrada en el castillo. La reina tuvo que ir a Medina y allí se encontró con Juana. Isabel prometió a su hija la pronta marcha y el episodio pareció resuelto.

 

Castillo de la Mota

Esta imagen ha sido muy utilizada para desacreditar a Juana a partir de entonces y sobre todo, tras la muerte de Isabel el 26 de octubre de 1504, para apartarla del gobierno.

 

Juana con el cuerpo insepulto de su marido por los campos de Castilla

 

 

Juana la loca, Francisco Pradilla o/l 1877 Museo del Prado

El dramatismo de esta imagen es grande y ha sido acentuado gracias al cuadro de Francisco Pradilla de 1877, que se conserva en el Museo del Prado, reproducido numerosas veces y popularizado en la película Locura de Amor. La actriz Aurora Bautista llevó al paroxismo la locura de Juana. En el franquismo la actuación de Juana era la réplica al continuado sacrificio y entrega de Isabel, su madre, el modelo femenino preconizado por la Sección Femenina. La Reina Isabel la Católica era una mujer asexuada, que representaba la entereza castellana, mientras que en Juana predominaba aquello que había inducido a Eva a cometer el pecado original. Juana era una mujer reprobable, loca de amor, como quedaba puesto de manifiesto en el film de Juan de Orduña, hábil propagandista de los ideales del Movimiento y edecán de su caudillo.

 

 


Juana enviuda el 25 de septiembre de 1506, estaba nuevamente embarazada y era la reina de Castilla, tenía 27 años y era, además, una bella mujer. El rey de Inglaterra Enrique VII pronto la solicitó como esposa, cosa que a su padre Fernando le pareció muy apropiado. Juana se negó a este nuevo matrimonio pues en él veía un grave peligro para consolidar la herencia castellana para su hijo Carlos. El mantener el cuerpo insepulto de su marido al que iba a llevar a enterrar a Granada suponía que todavía existía un vínculo matrimonial, por lo que no podía iniciar negociaciones para un nuevo matrimonio.

 

Tumba de la Reina Juana I y Felipe de Habsburgo en La Capilla Real de Granada




                  

Juana I, Lorenzo Marín, o/l,1777. Hospital Real, Granada (propiedad de la Universidad de Granada)


                  



Por otra parte, la peregrinación con el cadáver no fue tan larga como se ha señalado. El viaje sólo duró tres días pues la comitiva tuvo que detenerse en Torquemada. Era invierno y Juana estaba muy avanzada en su embarazo. Allí pasó las Navidades esperando el nacimiento de su hija Catalina, nacida en enero de 1507, y llamada así por su hermana Catalina (la después repudiada por Enrique VIII de Inglaterra) y con la que mantenía muy buena relación. La estancia en Torquemada duró cuatro meses y tuvieron que abandonar el lugar ante la llegada de la peste. Una fuerte tormenta tras la salida, les obligó a  pasar la noche al raso. La historiografía ha aceptado que las crónicas responsabilicen a los celos de Juana de la decisión de pernoctar al aire libre. Hay que tener en cuenta que era la Reina de Castilla e iba acompañada de un importante cortejo, el acampar al aire libre no era nada desacostumbrado en una realeza que pasaba buena parte de su tiempo viajando donde era necesaria su presencia. Fueron a Hornillos donde estuvieron otros cuatro meses y de aquí a Tórtoles donde se encontró con su padre. Esta entrevista tuvo como resultado la delegación de Juana en su padre para el gobierno de Castilla y su marcha a Tordesillas en cuyo castillo iba a residir. El cuerpo de su marido quedaba depositado en el cercano convento de las monjas Clarisas de Tordesillas, que desde sus aposentos Juana podía contemplar. La boda inglesa se había evitado y la herencia de su hijo estaba asegurada había sido jurado por las Cortes de Toledo de 1502 y refrendado en las de Toro de 1505. Una nueva boda de Juana hubiera producido una serie de cambios que podían  poner en peligro la herencia de Carlos, por ello era preferible no introducir ningún elemento nuevo para asegurar la pronta sucesión de Carlos. Mientras gobernaría Fernando como había sido el deseo de su madre Isabel en su testamento.

¿Todas estas actuaciones eran propias de una mujer loca?


Isabel la Católica dictando su testamento, Eduardo Rosales, o/l 1864. Museo del Prado 





Juana I en Tordesillas


 Llegó al Palacio Real de Tordesillas en 1509, donde instala su corte. Durante los cuarenta y seis largos años siguientes el edificio, construido por Enrique III de Castilla a comienzos del siglo XV, fue adecuándose a la regia inquilina y decorándose con magníficos tapices y aparadores que mostraban vajillas de oro y plata. Cuando sus familiares se allegaban a Tordesillas, el palacio lucía incluso más espectacular, pues las habitaciones destinadas a Fernando el Católico, Carlos V y Felipe II (entonces príncipe) se mostraban dignas de los moradores.

 

Panorámica de Tordesillas c. 1565, con el Palacio Real en primer plano asomado hacia el río Duero y con espléndidas vistas. Grabado de Anton van den Wyngaerde.  Victoria and Albert Museum, Londres



Hoy el Palacio no existe pues Carlos III decidió regalar el complejo a la villa de Tordesillas con la condición de que lo demoliera y abriera en el solar una plaza pública. En 1773, comenzó su demolición, calculada en torno a 35.000 reales, un proceso que se extendió hasta 1783. En su lugar se puede disfrutar hoy en día de los Jardines de Palacio, que mantienen con su nombre el recuerdo de aquel portentoso monumento medieval que alojó a reyes, príncipes e infantes.

 

 

Los Jardines del Palacio Real de Tordesillas, asomados hacia el río Duero y con espléndidas vistas

 

 

 

En la imagen de Juana I en el Palacio Real de  Tordesillas se ha insistido en sus actos de locura, su suciedad, su no comer, su reclusión, etc. ¿Por qué no su austeridad o sus penitencias?

Estaba apartada de la corte, pero no olvidada en absoluto pues seguía siendo la Reina y allí acudían a visitarla su familia sus hijos e hijas, sus nietos y nietas y los comuneros (hay que recordar que la Reina rehusó apoyar el movimiento, la mujer que hallaron los cabecillas comuneros estaba lejos de la figura trágica que Fernando y Carlos I habían difundido entre la población, su conversación era inteligente y su mente era clara).  Juana I de alguna manera todavía mantenía una influencia difícil de valorar actualmente.


Boceto de Eugenio Oliva para el fresco “Los comuneros visitando a doña Juana“ pintado en la Diputación Provincial de Palencia y desaparecido en un incendio en 1966. - Foto: Ical




Juana I en Tordesillas con su hija la infanta Catalina, Francisco Pradilla, o/l 1906. Museo del Prado, depositado en el Museo de Zaragoza
 

La imagen de la loca de Tordesillas era conveniente para justificar su apartamiento del poder. Para Isabel, la locura justificaba las desobediencias de su hija y su escaso interés por el poder político. Para su marido, era la vía necesaria para llegar al gobierno de Castilla. Para Fernando la locura de su hija le facilitaba el cumplimiento del testamento de Isabel la Católica y su ejercicio del poder en Castilla. Aunque era posiblemente el que menos necesitaba de este argumento, pues Juana consideraba que era preferible el gobierno de su padre.

Debemos tener presente lo ella respondió a los procuradores en Cortes cuando en 1506 en Valladolid le instaron a que compartiera el gobierno con su marido  que el reino no debe ser gobernado por flamenco, que los flamencos no tienen costumbre que sus mujeres gobiernen sobre sus maridos y por eso es mejor que gobierne su padre hasta que pueda gobernar su hijo.

 

Por otra parte la vida que ella llevaba en Tordesillas no era demasiado bien entendida por la sociedad castellana de su época, por todo ello era mejor mantener la duda sobre su locura.

La imagen de Juana en Tordesillas es valiosa por los claroscuros que en ella aparecen. Supone un diseño propio y un apartamiento decidido de la corte, del poder y del gobierno. Ha conseguido ser una mujer con ideas propias. Mantenía relaciones con su familia, pero sobre los temas que a ella le parecían importantes, sin duda el sentimiento religioso ocupaba un lugar importante en su vida.

Ha conseguido asegurar la Corona de Castilla y también la de Aragón en su hijo Carlos. Y vive recogida en Tordesillas en profunda comunicación con las monjas clarisas vecinas, leyendo libros no demasiado conocidos en Castilla, en aquel momento, como la Imitación de Cristo de Tomás de Kempis que ella había mandado traducir al castellano e imprimir en su época de Flandes. ¿Todo esto es propio de una mujer loca o su hipotética locura bien pudo ser solamente de carácter transitorio a causa de la muerte de muchos seres queridos en poco tiempo?, aunque  Gregorio Marañón, en su libro sobre la Reina Juana (que nunca fue declarada incapaz ni inhabilitada por las Cortes de Castilla) sostiene que todo lo que le acaeció fue producto de una depresión mal curada.


 Su figura ha hecho correr ríos de tinta, películas y hasta una ópera Juana sin cielo con libreto de Antonio Carvajal, doctor en Filología Románica,  miembro de la Real Academia de Buenas Letras de Granada y premio nacional de poesía en 2012 y música de García Demestres que se estrenó en noviembre de 2019 en el Auditorio Manuel de Falla de Granada.

 

Estreno de la ópera Juana sin cielo





 

 

En nuestra opinión, y para concluir, Juana fue una princesa culta del Renacimiento, con escaso interés por el poder político, que logró ser una mujer con ideas propias que valoraba mucho su libertad individual  y por ello, voluntariamente, no quiso estar sometida al corsé de la corte, del poder político y del gobierno de los reinos que el azar puso en sus manos


 

 


Escultura en Tordesillas obra de Hipólito Pérez Calvo

 

 

 

 

El historiador Alberto Garín (Doctor en Arquitectura por la Universidad Europea de Madrid y Licenciado en Historia del Arte y Arqueología por la Université de París I, Panthéon-la Sorbonne) habla con el economista Jano García en su programa "Pedazos de historia" de la figura de la Reina Juana I de Castilla y demuestra que no estaba loca





Elegía a la Reina Juana, Federico García Lorca (Libro de Poemas, 1921)




Princesa enamorada sin ser correspondida.

Clavel rojo en un valle profundo y desolado.

La tumba que te guarda rezuma tu tristeza

a través de los ojos que ha abierto sobre el mármol.

 

Eras una paloma con alma gigantesca

cuyo nido fue sangre del suelo castellano,

derramaste tu fuego sobre un cáliz de nieve

y al querer alentarlo tus alas se troncharon.

 

Soñabas que tu amor fuera como el infante

que te sigue sumiso recogiendo tu manto.

Y en vez de flores, versos y collares de perlas,

te dio la Muerte rosas marchitas en un ramo.

 

Tenías en el pecho la formidable aurora

de Isabel de Segura. Melibea. Tu canto,

como alondra que mira quebrarse el horizonte,

se torna de repente monótono y amargo.

 

Y tu grito estremece los cimientos de Burgos.

Y oprime la salmodia del coro cartujano.

Y choca con los ecos de las lentas campanas

perdiéndose en la sombra tembloroso y rasgado.

 

Tenías la pasión que da el cielo de España.

La pasión del puñal, de la ojera y el llanto.

¡Oh princesa divina de crepúsculo rojo,

con la rueca de hierro y de acero lo hilado!

 

Nunca tuviste el nido, ni el madrigal doliente,

ni el laúd juglaresco que solloza lejano.

Tu juglar fue un mancebo con escamas de plata

y un eco de trompeta su acento enamorado.

 

Y, sin embargo, estabas para el amor formada,

hecha para el suspiro, el mimo y el desmayo,

para llorar tristeza sobre el pecho querido

deshojando una rosa de olor entre los labios.

 

Para mirar la luna bordada sobre el río

y sentir la nostalgia que en sí lleva el rebaño

y mirar los eternos jardines de la sombra,

¡oh princesa morena que duermes bajo el mármol!

 

¿Tienes los ojos negros abiertos a la luz?

O se enredan serpientes a tus senos exhaustos...

¿Dónde fueron tus besos lanzados a los vientos?

¿Dónde fue la tristeza de tu amor desgraciado?

En el cofre de plomo, dentro de tu esqueleto,

tendrás el corazón partido en mil pedazos.

 

Y Granada te guarda como santa reliquia,

¡oh princesa morena que duermes bajo el mármol!

Eloisa y Julieta fueron dos margaritas,

pero tú fuiste un rojo clavel ensangrentado

que vino de la tierra dorada de Castilla

a dormir entre nieve y ciprerales castos.

 

Granada era tu lecho de muerte, Doña Juana,

los cipreses, tus cirios;

la sierra, tu retablo.

Un retablo de nieve que mitigue tus ansias,

¡con el agua que pasa junto a ti! ¡La del Dauro!

 

Granada era tu lecho de muerte, Doña Juana,

la de las torres viejas y del jardín callado,

la de la yedra muerta sobre los muros rojos,

la de la niebla azul y el arrayán romántico.

 

Princesa enamorada y mal correspondida.

Clavel rojo en un valle profundo y desolado.

La tumba que te guarda rezuma tu tristeza

a través de los ojos que ha abierto sobre el mármol

 


 


 

 

Concierto de Da Tempera Velha en la iglesia del Real Monasterio de Santa Clara de Tordesillas, adaptado a formato documental para reivindicar la figura de la Reina Juana como impulsora, protectora e intérprete de música antigua

 

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 



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 García Lorca, Federico: Libro de poemas (1921)  Espasa Calpe Madrid 1971

 

 

 

 

 

 

 

Escudo de la Reina Juana I de Castilla




Pendón de Gibraltar, que según la tradición fue bordado en 1502 por Juana I de Castilla. Salón de Plenos del Ayuntamiento de San Roque (Cádiz)