domingo, 8 de agosto de 2021

EL OLVIDADO CEMENTERIO ESPAÑOL EN VIETNAM

 

 

 

 



Era el año 1857, concretamente el día 20 de julio, cuando en Nam-Dinh, enclave situado al norte del Vietnam actual, el misionero español José María Díaz Sanjurjo (1818-1857) misionero dominico (OP), vicario apostólico de aquella región, era conducido al patíbulo cargado de cadenas. Minutos después, tras dos certeros golpes del verdugo, la cabeza del mártir se separó de su cuerpo. (Fue canonizado el 19 de junio de 1988 por el papa Juan Pablo II junto con los 117 mártires de Vietnam, muertos por la fe entre los años 1745-1862, que habían sido beatificados a lo largo del siglo XX).   

 

 

José María Díaz Sanjurjo (1818-1857)

 

No fue un hecho aislado, sino más bien la gota que colmó el vaso. La persecución de misioneros católicos en Indochina, especialmente en la zona de Tonkin, llevaba siendo una constante durante muchos años.

España, por entonces bajo el gobierno de Isabel II,  y con Leopoldo O´Donell, presidente del Consejo de Ministros, tomando  buena parte de las decisiones trascendentales, recibe la propuesta de la Francia de Napoleón III: había que llevar a cabo una expedición de castigo. Tenían que dejar claro que no se podía acabar con la vida de los hombres que predicaban en nombre de la fe católica sin que hubiese consecuencias. La decisión de aceptar el ofrecimiento parecía una temeridad. Las arcas españolas se  encontraban en una situación muy precaria, mermadas por las guerras carlistas y por los costes que conllevaba el mantenimiento de un Imperio que, aún en su ocaso,  generaba multitud de problemas a los gobernantes: desde la salvaje codicia de los piratas, cada vez más difíciles de contener en el inmenso archipiélago de las Filipinas, hasta los incipientes movimientos guerrilleros de autodeterminación en Cuba. Los enanos crecían en los jardines del Palacio Real de Madrid.

Un pequeño cementerio franco-español del siglo XIX, en el que están enterrados decenas de soldados de ambos países, yace en el olvido en el centro de Vietnam, engullido por la creciente industria de los alrededores.



 

Rodeadas de pabellones, frente a un puerto de reciente desarrollo en las afueras de la ciudad y junto a una escuela de formación profesional, las 32 tumbas del pequeño camposanto sobreviven a duras penas, asediadas por los hierbajos y en el olvido casi absoluto de turistas e Instituciones.

Una modesta capilla preside el centro del recinto, con una explícita placa en francés: Osario de las víctimas de la expedición franco-española.

En el interior sólo destacan entre los muros vacíos un sobrio altar blanco de escayola y otra placa, también en francés, en la que se lee: A la memoria de los combatientes franceses y españoles de la primera expedición Rigault de Genouilly, muertos entre 1858,1859 y 1860 en estos lugares

 


 

Alrededor del edificio, asoman entre la maleza las lápidas de los soldados, la mayoría anónimas, aunque en algunas todavía se pueden leer inscripciones, como la dedicada en español A la memoria de Juan Mauhorat y Soriell, 

 

 


o a la del teniente Juan Román, muertos en combate en mayo de 1859.

Los dos formaban parte de la expedición militar franco-española proveniente de la vecina Filipinas -- a la sazón colonia española -- que viajó al entonces reino de Anam (Vietnam central) para vengar la persecución que sufrían allí los misioneros católicos.

Aquellas tropas desembarcaron en el puerto de Danang (conocido entonces como Tourane en francés) y avanzaron, en condiciones muy duras por el fuerte calor y las enfermedades tropicales, hacia la entonces capital imperial de Hue, más alejada de la costa.

El camposanto fue construido casi 40 años después, en 1898, cuando Francia ya se había hecho con la colonia de Indochina y quiso agradecer la lucha de los soldados pioneros que abrieron el camino de la conquista.

En los primeros días, militares españoles y franceses cayeron en la batalla de Danang, pero no fue hasta después de 1895, una vez terminadas las primeras revoluciones contra los colonos franceses, cuando trasladaron los cadáveres al nuevo cementerio (Nguyen Van Khoan, miembro de la Academia de Historia y Ciencias de Vietnam)

Khoan, de 80 años y quien de joven ejerció varias veces de intérprete de Ho Chi Minh, relata en un delicado francés aprendido en la escuela cómo algunos lugareños siguen llevando obsequios a las tumbas abandonadas en fechas del Tet o Año Nuevo Lunar vietnamita.

Les regalan flores e incienso porque piensan que todos los muertos necesitan ser cuidados, no les importa que sean de extranjeros ni que vinieran a hacer la guerra contra Vietnam, para los vietnamitas son sólo almas que flotan en el cielo, dice.

 

Luis Alejandre

 

El historiador español general Luis Alejandre Sintes (Mahón, junio 1941) cuenta en su obra La guerra de la Cochinchina, cuando los españoles conquistaron Vietnam cómo los objetivos de la expedición fueron variando a medida que el contingente francés ganaba peso mientras que los soldados españoles apenas recibían apoyo de la turbulenta España de la época.

 

 


La expedición, que iba a ser de castigo e intimidación al emperador de Anam, se convirtió para Francia en un pretexto para dominar el jugoso puerto comercial de Saigón, al sur, y terminar anexionándose después todo el actual Vietnam junto a Camboya y Laos.

 

 

Asalto a la fortaleza de Saigón por las tropas franco-españolas el 17 de febrero de 1859

 

Cuando el contingente regresó a Manila en 1863 con los últimos soldados españoles, Francia ya había establecido la colonia de la Cochinchina y había convertido en un protectorado a Camboya.

El general e historiador Luis Alejandre considera esas tumbas españolas como testigo mudo, hoy, del esfuerzo realizado por aquellos hombres y subraya que la expedición de Danang sentó las bases para la conquista de Saigón, pero a un precio demasiado alto.

España salió de aquella expedición sin recompensa y luchaba por mantener su presencia asiática en Filipinas, que terminaría perdiendo a manos de Estados Unidos en 1898

 

Nani Fernández (1923-1960) canta la habanera "Yo te diré" en la película de 1945 "Los últimos de Filipinas"

 

 

 

 

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