martes, 20 de octubre de 2015

KANDINSKY EN MADRID

Vassily-Kandinsky.jpeg
El artista hacia 1913
Nina Kandinsky (Andreevskaya)
Nina ,  su mujer ,  hacia 1960 

                                                                                                                                                                     
                                                 
File:Nina Kandinsky-110.jpg
Kandinsky .  Retrato de Nina ,  1917
                                                 
Kandinsky: An die unbekannte Stimme . 1916
 Puerto de Odesa, óleo sobre lienzo, 1898
Domingo. (Rusia antigua), óleo sobre lienzo,1904
Otoño en Baviera, óleo sobre lienzo, 1908
Fuga , óleo sobre tela , 1914.
En blanco II , óleo sobre lienzo ,1923
Cielo azul , óleo sobre lienzo , 1940
Wassily Kandinsky. Gelb-Rot-Blau, 1925.
Gelb Rot Blau , 1925
CentroCentro Cibeles de Madrid
Interior del CentroCentro Cibeles de cultura y ciudadanía
Biblioteca y sala de lectura
                                                   
En 2016 se cumplirán 150 años del nacimiento de este pionero del arte abstracto y uno de los pintores vanguardistas más destacados de todos los tiempos, La mayor exposición celebrada en España sobre la obra de Wassily Kandinsky (Moscú, 1866 - Nanterre, Francia, 1944) llega al CentroCentro Cibeles de Madrid, desde el 20 de octubre de 2015 hasta el 28 de febrero de 2016, organizada junto con el Centre Pompidou de París y Arthemisia Group bajo el nombre de “Kandinsky. Una retrospectiva”. La muestra, comisariada por Angela Lampe, se adentra en la carrera artística de Wassily Kandinsky a través de las obras que formaban parte de la colección personal del artista y que fueron donadas por su viuda, Nina Andreevskaya (1893-1980), al Centre Pompidou. Kandinsky abandonó una carrera universitaria en derecho y economía para convertirse en pintor en Alemania, a la edad de 30 años, profundamente impresionado por la series de pajares de Monet en la exposición impresionista de Moscú de 1896 y por la puesta en escena de Lohengrin, la ópera de Wagner. El artista desarrolló una visión artística que abarcaba numerosos campos, como la pintura y la música, a través de las cuales buscó e impulsó lo que él definió como “lo espiritual en el arte”, en el ensayo del mismo nombre, escrito entre 1904 y 1911 para estructurar sus ideas. “A pesar de todas sus facetas, para esta exposición queríamos presentar a Kandinsky como pintor, dejando a un lado otras artes”, explica Lampe, quien continúa, “el resultado ha sido una ‘retrospectiva íntima’, ya que se trata de una cronología de vida a través de obras que proceden directamente del artista y el espectador va a poder observarlas desde una distancia mínima”. La muestra, que se pudo ver en 2014 en el Palazzo Reale de Milán tras lo cual viajó a Milwaukee y Nashville, en Estados Unidos, se desarrolla en orden cronológico, en cuatro secciones a lo largo de ocho salas. Estas secciones siguen las huellas de los periodos clave en su vida, desde los primeros años en Alemania, pasando por los de Rusia y el retorno a la Bauhaus de Weimar, hasta los últimos tiempos en Francia, a través de una serie de obras fundamentales como Ciudad Vieja (1902), Canción (1906), Improvisación III (1909), En gris (1919), Amarillo, Rojo y Azul (1925) y Cielo azul (1940). En Múnich, 1896-1914 se recoge su etapa en esta ciudad donde se trasladó para estudiar pintura en 1896. Comenzó con pequeños paisajes tardoimpresionistas y con obras de brillantes colores al temple inspiradas en antiguas leyendas germánicas y en la vida arcaica del Imperio Ruso. Allí se embarcó junto a Franz Marc, en 1911, en el movimiento Der Blaue Reiter (El jinete azul). Su segunda etapa, Regreso a Rusia, 1914-21, ocurre tras el comienzo de la I Guerra Mundial. Fue en este periodo en el que se casó con Nina Andreyevskaya, que lo llevó a probar brevemente con el arte figurativo, pero se involucró en la Revolución de Octubre y tuvo un papel clave en las nuevas instituciones culturales hasta 1920, por lo que pintó poco. Después de haber sido atacado por la vanguardia constructivista más joven y más radical a causa de su expresionismo espiritual decidió regresar a Alemania a finales de 1921. Los años de Bauhaus, 1921-33 es el tercer apartado de la muestra. En él se exponen los dibujos de la carpeta Pequeños Mundos (1922), que son una síntesis de sus obras expresionistas anteriores a la guerra, del nuevo y más geométrico estilo de la época rusa y de los nuevos desarrollos de la Bauhaus (Negro cuadrícula, 1922). El cierre de la Bauhaus en 1933, a causa de la presión del régimen nazi, le obligó a trasladarse de nuevo. Finalmente, la exposición concluye con París, 1933-44, última etapa del artista. “Allí estuvo influenciado por Picasso y los surrealistas, como Dalí, Jean Arp y Joan Miró”, asegura Lampe. Así, sus pinturas y obras sobre papel mostraron una proliferación de formas biomórficas, amebas, criaturas de las profundidades, embriones e insectos; un microcosmos en el que se sumergió con el objetivo de escapar de la angustia de la guerra. 

                                               
                                                
Portada del libro , De lo espiritual del arte , Obra del artista
Portada del libro del artista , Punto y línea sobre el plano
                                                     


El artista ante una de sus obras

                                                                                       

                                                                            

                                                                                   
                                                                

martes, 6 de octubre de 2015

EXPO DE ROY ANGLADA EN SOTOGRANDE(Cádiz. Spain)


EXPO DE ROY ANGLADA de 9.10. a 29.11.2015




A tientas: una aproximación mínima a la pintura de Roy Anglada

                                       
El pintor, en su soledad, sabe que lejos de ser capaz de controlar el cuadro desde fuera, tiene que habitarlo, dejar que éste lo cobije. Trabaja a tientas. Si podemos entender la abstracción como el progresivo autodescubrimiento de las bases materiales del arte, en un proceso de singular despictorialización, también tendríamos que comprender que en ese proceso se encuentra en núcleo duro de lo moderno. Tenemos que tener claro, a la manera hegeliana, que lo abstracto no es otra cosa que lo concreto aquello en lo que nunca deja de latir la certeza sensible. No se trata de un escapismo o un camuflaje de lo real ni de aquello que nos afecta. En última instancia, por medio de la pintura, se celebra la exaltación de estar corporalmente en el mundo. Y el gestualismo característico, por ejemplo, de la abstracción de Roy Anglada es, sin duda, una manifestación de ese instinto vital, vale decir, de esa forma apasionada de sedimentar la subjetividad. «Roy – escribe José Manuel Ciria – busca más que cualquier otra cosa que su búsqueda sea placentera, que los momentos de desaliento y duda se resuelvan sin aspavientos ni crisis, intentando el regocijo y el disfrute, dando la espalda a la problemática de la muerte del arte, y realizando exposiciones con la misma ilusión del niño que muestra a sus padres las primeras ceras». Su pintura es tan abstracta cuanto intimista; se trata de un romántico sin sentimentalismos, un creador de filiación informalista que enfrenta con extraordinaria determinación la superficie tensa del cuadro. Es importante recordar la consideración de Claude Lévi-Strauss de que el genio del pintor consiste en unir un conocimiento interno y externo (a mitad de camino siempre entre esquema y la anécdota), «un ser y un devenir; un producir, con un pincel, un objeto que no existe, como objeto y que, sin embargo, sabe crearlo sobre su tela: síntesis exactamente equilibrada de una o de varias estructuras artificiales y naturales y de uno o de varios acontecimientos, naturales y sociales. La emoción estética proviene de esta unión instituida en el seno de una cosa creada por el hombre, y por tanto, también, virtualmente por el espectador, que descubre su posibilidad a través de la obra de arte, entre el orden de la estructura y la orden del acontecimiento». Eso es algo que sucede con toda claridad en la pintura gestual de Roy Anglada que, en cierto sentido, regresa al código greenbergiano, aunque sea con el bagaje mestizo de lo que suele llamarse abstracción redefinida. Recordemos que la aspiración de la modernidad fue, según Clement Greenberg, aspirar a cierta pureza del medio pictórico, repudiando lo tridimensional e ilusorio para radicalizar la planitud, una aspiración que ha sido desmantelada por las tendencias contemporáneas que han aceptado toda clase de contaminaciones. Podemos encontrar en la obra de Roy una dimensión personal del gesto, una dinámica en la que se produce el desbordamiento de lo geométrico, sin por ello dejarlo de lado. Tengamos presente que el gesto es el significante imaginario del arte moderno: La pintura moderna, en particular el expresionismo abstracto, subraya precisamente esta producción del significante, pero sería ilegítimo, en consecuencia, suponer que esta práctica implica una deconstrucción, una violación o trasgresión del espacio pictórico. Los gestos pictóricos de Roy Anglada son una suerte de sedimentación de la mente, en la que los acontecimientos del cuadro son, literalmente germinales. «El trazo mismo – escribe Derrida - se atrae y se retira de allí, se atrae y pasa por allí, por sí mismo. Se sitúa. Se sitúa entre la orla visible y el fantasma central desde el cual nosotros fascinamos».   La pintura de Roy Anglada se sitúa como heredera del dripping o de toda la dinámica «escatológica» que a partir de Pollock se desarrolló, pero también una sublimidad semejante a la que Barnett Newman reivindicara (el deleite de que suceda algo y no más bien la nada). También es cierto que la consumación (postmoderna) del nihilismo ha hecho que no tengamos pánico ante un horizonte (privado de sentido) que consideramos, en gran medida, inevitable y, por otro lado, lo que sucede es, en una mass-mediatización acelerada, en vez de sublime (una lucidez más allá de lo conceptuable) catastrófico, esa experiencia que puede llevar a la estupefacción, a una transparencia absoluta (por supuesto, «informativa») que es, paradójicamente, la ceguera radical. En un paisaje de acontecimientos que corresponde a lo que Virilio llama estética de la desaparición, la pintura, con toda su fluidez sensual y hermosa presencia, termina por ser una poética de la lentitud o, en otros términos, una reivindicación de una temporalidad densa. Aquella generación americana que, en medio del naufragio moral, compuso una pintura épica tenía, demasiado cerca, la experiencia terrible de la bomba atómica, el abismo del entusiasmo de la crueldad humana, ese cuestionamiento de lo poético que Adorno  asociara a Auschwitz, mientras nosotros nos columpiamos, con una mentalidad afectada por la regresión infantil, en medio de la guerra civil de las imágenes, cuando las estrategias fatales han impuesto el maniqueísmo. Frente a una mentalidad que ajusticia a la pintura por su inactualidad podría considerarse que es propiamente esa condición «intempestiva» la que puede ofrecer, elípticamente, ejemplos de libertad: testimonios de sujetos que han sentido la necesidad de continuar a pesar de todo, sin caer en la amnesia y el cinismo, manteniendo abierta la vía del intercambio simbólico. La mano está guiada por una visión devorante, pero también por un pulso (mejor que una pulsionalidad) que conforma un azar más inmediato. Germán M. Borrachero ha indicado, acertadamente, que la pintura de Roy Anglada está tensada y sostenida entre la estructura innatamente racionalizada y el gesto arrebatado de la pulsación. Su «caligrafía interior» no está esperando una descodificación normativa sino una sintonía emocional. El pintor, como dijo Valery, aporta su cuerpo, «sumergido en lo visible, por su cuerpo, siendo él mismo visible, el vidente no se apropia de lo que ve: sólo se acerca por la mirada, se abre al mundo». La pintura de Roy Anglada, como la de Barnett Newman, impone en el espectador una impresión de lugar, es como si gracias a sus cuadros uno supiera que está allí. Ese misterio metafísico, mezcla de asombro y fervor junto al deseo de producir allí algún tipo de «sentido», hace que la obra se mantenga abierta como un territorio que tenemos que habitar desde la más extrema sutileza. En una ocasión le preguntaron al escritor Vladimir Nabokov si en la vida le sorprendía algo, a lo que respondió que la  maravilla de la conciencia, «esa ventana que repentinamente se abre a un paisaje soleado en plena noche del no ser». Roy quiere abrir esa ventana de lo maravilloso; frente al regodeo en lo repugnante impone composiciones de gestos decididos, traza espacios donde el encuentro nos encuentra, marca, alegóricamente, caminos que hacen que nos adentremos en lo que salva: la poesía. La pintura de Roy Anglada puede ser entendida como puro placer de la experimentación, del ensayo, en ocasiones buscando el desgarro, en otras facilitando unos interiores intensos y oscuros, o bien paisajes luminosos llenos de figuras y señales. Contemplamos sus colores exaltados y sus variaciones radicales con el color negro. Sabe sacar partido de las polaridades e incluso, en la exposición que presentó en el 2006 en el Cortijo Miraflores de Marbella, el «tema» subyacente eran las relaciones de pareja. En cierta medida su imaginario ha llegado a lo que los alquimistas denominaron nigredo, aquel punto a partir del cual se volvía a producir la explosión de todos los colores, como en la cola del pavo real. La pintura de Roy Anglada alcanzó hace años el espíritu en su búsqueda de la destilación del gesto a modo de trazo. Indomesticable espíritu incapaz de dormir en una cáscara de nuez, que no cesa de fluir y sobre-quebrarse. Hay que aprender del crecimiento de las cosas en la naturaleza y llegar a decidir cuál es el momento oportuno. Acaso el tiempo cronológico y el tiempo meteorológico no hablen de otra cosa que de una mezcla, esto es, del kairós, aquello que resulta propicio. La luz que hace las cosas visibles en el kairós impone el tiempo de la naturaleza: ahí se unen el corte y la continuidad, lo estático y lo fluido. La pintura de Roy atiende a esa ocasión, fluye con naturalidad: no es caótica sino que tiene un ritmo intenso, incluso una musicalidad manifiesta. En sus títulos nombra el eco, las voces, el soliloquio o el éxtasis, el deseo de encontrar respuesta y la conciencia de la soledad, la búsqueda de trascendencia y la obligación de encontrar un lugar propio. El acto de pintar puede llevarnos hasta aquel borde del abismo en el que nos borramos sin perder por ello la intensidad de la experiencia en un tiempo de verdadero éxtasis. El pintor, repetimos el comienzo, trabaja a tientas: su tacto sensibiliza la materia.

Nota del autor del blog: Las consideraciones anteriores están escritas por mi compañero el Prof. Dr. Fernando Castro Flórez, Profesor de la Universidad Autónoma de Madrid y crítico de arte actual.
 
El profesor Castro Flórez
      
                                             
                                                 
Eduardo Sáenz de Varona con la artista Blanca Orozco
                                                
Obra expuesta por Blanca Orozco con la intervención de Lucas y Prior
 Foto: en la expo de 29 de julio de 2015. El autor del blog, el galerista y algunos de  los artistas participantes         
                          
 De izqda. a dcha ,  Eduardo Sáenz de Varona/ María Primo de Rivera/Andy Bonomo/ Isabel Alonso Vega/Nando Argüelles/Michou von Beschwitz/Antonio Muñoz von Furstenberg
                          
Cartel de la expo. de Roy Anglada en el CAC de Málaga
                                                                                   
Exposición en el CAC  de Málaga Neighbours II con Roy Anglada
Del 23 de Octubre de 2014 al 30 de Octubre de 2016 
                                                                             
                                                                                   
Los gestos de trazos aparentemente desordenados, y de formas puramente intuitivas, toman, al enfrentarse, una dimensión distinta. Con estas armas lucho mi particular batalla.  Roy Anglada