domingo, 8 de abril de 2018

FÉLIX FRANCISCO CASANOVA, UN POETA MALDITO



Félix Francisco Casanova



Félix Francisco Casanova (Santa Cruz de la Palma, provincia de Santa Cruz de Tenerife, 28 de septiembre de 1956, Santa Cruz de Tenerife, 14 de enero de 1976) poeta y escritor canario, considerado el Rimbaud español, y junto a Leopoldo Mª Panero el más maldito de los poetas de su generación.

Nacido en la isla de La Palma, Canarias, era hijo del médico y poeta Félix Casanova de Ayala y de Mª de la Concepción Martín Díaz, diletante pianista. Muy pronto llegó a la isla de Tenerife, donde se dedicaba a devorar compulsivamente sus muy seleccionadas lecturas (Rimbaud, Pessoa, Whitman, Breton, Eluard, Aragon, Joyce, Camus, Hesse...) y, sobre todo, a escuchar música, su auténtica pasión. Tanto es así que no tardó en fundar un grupo de rock alternativo, Hovno (mierda en checo), bastante adelantado para el contexto de las Islas Canarias del tardofranquismo. Estudiaba el tercer curso de Filología Hispánica en la Universidad de la Laguna cuando falleció. Su muerte se debió a un escape de gas mientras se bañaba en su domicilio. 

A pesar de la brevedad de su vida, tuvo tiempo para dejar una obra intensa, original y extraña, plasmada en logros de una asombrosa madurez en el campo de la poesía y la prosa experimental. A los diecisiete años consiguió con El invernadero (1973) el principal premio de poesía de Canarias, el Julio Tovar. A los dieciocho años ganó el Pérez Armas de novela con El don de Vorace (1974), una divertida parodia - a la vez que desconcertante - de El túnel, de Ernesto Sabato, tal y como él mismo señaló en alguna ocasión. En una breve nota biográfica para la contraportada del libro, Casanova se definió en estos términos: Yo soy mi propio abuelo viendo a mi infancia jugar. A los diecinueve, un mes antes de su muerte, obtuvo otro premio, otorgado por el periódico La Tarde al poemario Una maleta llena de hojas, que constituye la segunda parte de La memoria olvidada (póstumo, 1980), una de sus más notables aportaciones en el campo de la poesía. Otros poemarios de Félix Francisco Casanova son: Espacio de hipnosis (1971), El sumidero (1972), Nueve suites y una antisuite (1972), Invalido las reglas (1973) y Ocioso en los amaneceres (1973). Con parte de este material, su padre, el poeta Félix Casanova de Ayala confeccionó tres títulos: Cuello de botella (póstumo, 1976), Estampido del gato acorralado (póstumo, 1979) y Los botones de la piel (póstumo, 1986). Una buena parte de sus versos está recogido en el volumen La memoria olvidada. Poesía, 1973-1976, publicado por la editorial Hiperión en 1990. Félix Francisco Casanova es también autor de un interesante diario, Yo hubiera o hubiese amado, escrito a lo largo del año 1974 y publicado en 1983.
La editorial madrileña Demipage ha adquirido los derechos para publicar todas las obras del escritor canario. En abril de 2010 publicó la novela El don de Vorace y en octubre del mismo año la antología poética Cuarenta contra el agua.





Algunos de sus poemas





¡Qué alivio!..

Eres un árbol y

no puedes seguirme



2 de julio de 1974
 





Síndrome nº 1



Siempre tengo nostalgia

de lo que no he vivido,

la ventana se abre al frío

del ángel exterminador

y el año se llama invierno,

la sombra de mi cuerpo

flota como un cadáver.



25 de mayo de 1974
 




(A Jesús Cabrera Vidal)



De más allá del mar

vienes a contarme tu derrota

y esperas que yo te arrulle

y te preste un poco de viento.

Hoy, día de la carne abierta,

con tu olor a subterráneo

y tu pálida huella en las cosas,

amigo, urge saltar del tren

y dejar un disfraz vacío
velando el asiento:
así verás que eres tú el túnel
por donde los demás corremos.

                                                                marzo de 1974
 





La brisa mantiene

la pluma en el aire,

el ave, furiosa, escarba

en la arena, sus alas

dormidas, la sangre pesando

dentro de su cuerpo, el peso

de su cuerpo dentro del zarzal,

y la pluma subiendo

y la pluma subiendo...



enero de 1975

 
Félix Francisco Casanova y Mª José Sánchez Pinto



Eres un buen momento para morirme

A María José



Amaneciendo y anocheciendo

a un mismo tiempo,

cariño, ¿no es ésta la forma

en que te gustaría vivir?

En mi cabeza hay un álbum

de fotos amarillentas

y lo voy completando con mis ojos,

con los más leves ruidos,
atrapando olores en el aire
y en cada sueño que sueño.
¿Sabes una cosa, pequeña?
La última página de mi álbum
tiene tu boca lluviosa mordiéndome un labio,
un disco de rock'n'roll
y calcetines de colores.
Mis ojos han sido rápidos,
te he hecho el amor con la ropa puesta
a través de una
larga pajita dorada
mientras cruzabas la calle
con el cabello ardiendo.
Pero ahora son tus pies
quienes dan mis pasos,
¡así que no te equivoques
pues me caería!
Te bebo en cada vaso de agua
que sacia mi sed,
mis palabras son claras como niños pequeños
o espesas como semen empapando cortinas,
pero hoy tengo que inventar
un nuevo idioma
para conversar con tus tiernos maullidos eléctricos
y los gritos de euforia
de la gente que vive en tu cabeza.
Debes saber que a veces
soy como un entierro interminable,
siempre triste y azul
subiendo y bajando
por la misma calle.
Pero otras veces soy un río de risa
corriéndome por toda la ribera,
haciendo el amor a la mar,
una felicidad contagiosa,
un revólver de amor, nena,
y voy a disparar justo a tu corazón
¡bang bang!
¿te di?
Quiero arrollarte, enrollarte y arrullarte,
montaña de aguardiente
y tarde rojiza.
Eres un buen momento para morirme.

14 de diciembre de 1975. Último poema
 







 Una maleta llena de hojas


¿A qué podremos jugar
cuando el invierno emigre
y las lluvias cesen?
Ya no será tan fácil deslizarse
por la húmeda lengua del crepúsculo,
alzar el vuelo con los cuerpos
trenzados

y respirar por una misma boca.
¿Sería ésa la hora
de suponer perfecto nuestro estilo,
de, quizás, haber creado
la verdadera comunicación
para rechazarla luego?


A veces, cuando la noche me aprisiona,

suelo sentarme frente a una cabina

telefónica

y contemplo las bocas que hablan

para lejanos oídos.

Y cuando el hielo de la soledad

me ha desvelado, los barrenderos moros

canturrean tristemente

y las estrellas ocupan su lugar,

yo acaricio el teléfono

y le susurro sin usar monedas.


Enero de 1975
 









Muro



Cargado de ausencias, de sabios y grillos,

el hombre se estrella en la hueca noche

con el olfato averiado y la brisa fumando su fiebre.



En el volumen del tiempo,

la fe se tropieza arruinada

y el turbio gemido de las cloacas se extiende
con la sed en el rumbo plúmbeo.
Sin trabajar el sudor,
sin que tus visiones te ingieran,
así se espera el nuevo amanecer
(con algo más de fuego en los bolsillos).

Luego, en el séptimo despertar,
las eternas ojeras te calumnian
y las orugas siguen presas en el muro.
Este viejo sol está harto de brillar.

El poeta lo escribió con 14 años
 








Félix Francisco Casanova (foto de su hermano José Bernardo Casanova)





Félix Francisco, José Bernardo y el padre de ambos Félix Casanova de Ayala en 1975













Es preferible apagar lentamente la cerilla a dar un gran soplo lleno de inexactitud ...

...porque cuando los mirlos se quejan por algo será...
(del Manifiesto Hovno)

Félix Francisco Casanova y Ángel Mollá.
Agosto de 1972, cuando Casanova tenía 15 años





Félix Francisco Casanova








Yo soy tu destino...
Espero que nos crucemos
al doblar una vida
y del susto me mates
por última vez.

Félix Francisco Casanova








A. Rimbaud (1854-1891)
















































¿Qué nos importan, di, corazón, estos charcos
de sangre y brasa, mil crímenes y largos gritos
de rabia, estos sollozos de un infierno que arrasa
todo orden... 
A. Rimbaud














soy como un entierro interminable,

siempre triste y azul

subiendo y bajando

por la misma calle.
 
CODA: Este art. se publicó en las páginas 38, 39 y 40 de la revista campogibraltareña, Hércules cultural nº 13, correspondiente a octubre, noviembre y diciembre de 2016.

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